Javier

HISTORIA DE JAVIER

Leucemia linfoblástica aguda tipo T. Y dices, ¿qué?

Cada día recordamos como de camino al hospital, tras una semana de fiebre intensa, Javier nos dice… ¿Mamá, porque estoy malo, no será cáncer?, a lo que su padre y yo nos echamos las manos a la cabeza y le dijimos, … que exagerado eres Javier, no te preocupes, vamos, te verán y volvemos pronto a casa….

Ese día no se olvida, se recuerda y se recuerda: entras, pasas triaje normal, niño con fiebre, pasas a un box, exploración, no se le ve nada, no dolor, no garganta, no oídos, analítica,.. Al rato, mejor nos pasan a un sillón, espera, más analítica,… Para que estemos más cómodos nos pasan a una cama ya que hay que hacerle una placa y más pruebas,… Era de madrugada y el sueño puede.

Llegamos a las 3 de la madrugada y mi marido se tuvo que marchar a las 9:00 a atender a nuestro hijo mayor que se había quedado en casa sin saber dónde estábamos.

A las 9:30 baja el equipo oncológico pediátrico del hospital y me preguntan si estoy sola. Les explico la situación y me dicen: mejor acompáñame a un despacho. Yo empiezo a temblar y aún lo hago escribiendo estas líneas. Nos dan el Diagnóstico y después me veo camino del ala oncológica del hospital Niño Jesús. Ese pasillo, esa imagen, ese letrero…

Aún en ese momento se nos pasó por la cabeza que pudiera ser un diagnóstico erróneo. No te lo crees y no piensas que esto te ocurra a ti, a tú familia, ahora.

Un largo año hace de ésto y es como si fuera hace dos horas.

El camino es duro, pero se supera, claro que se supera. No es llano. Hay múltiples piedras que se van interponiendo, pero se apartan, y se vuelven a superar. Lo importante es no salirse del camino, paso a paso, pero en el camino.

Nosotros nos hemos retroalimentado los unos a los otros para superarlo. Si tu estás bien, yo estoy bien. Javier nos lo ha puesto muy fácil, ni una protesta, ni un lloro, ni un mal gesto, desde el primer momento supo que le pasaba, y eso que a nosotros nos costó entender que él debía de saberlo, pero lo asumimos y él lo asumió, y fuimos a por ello.

Les hace a los médicos las preguntas que tú como padre o madre les harías. Esta enfermedad le ha hecho madurar, muy rápido, pero madurar, no es justo que un niño de 9 años, 10 ahora, tenga que asumir esa responsabilidad. Está pendiente de qué pastilla le toca, la hora en la que se la tiene que tomar, el tiempo de espera, lo que le queda de tratamiento, todo. 

Aprendimos a no hacer planes ya que esta enfermedad es imprevisible, mejor no hacerlos y no sufrir decepciones. Si se puede se hace, que no, pues a otra cosa.

Carlos, su padre, no ha podido ser mejor compañero de viaje. Siempre tiene una frase alegre para acompañar en las largas jornadas de hospital. Han sido la pareja de los chistes, así los conocen en el hospital. 

Y ahora al cole, a retomar nuestra nueva vida, porque ya no es la que teníamos, no, este compañero de piso ha venido a quedarse, así que no queda otra que adaptarse y empezar.

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