Martina

HISTORIA DE MARTINA

Todo comenzó cuando Martina tenía 5 años. Ella estaba físicamente bien y nada presagiaba este diagnóstico, pero algo llamó nuestra atención: Martina bebía muchísima agua, constantemente. Un día decidimos medirlo y nos sorprendió, ya lo creo que nos sorprendió…

A pesar de las opiniones que nos rodeaban de que era normal que cada uno bebiera en función de sus necesidades, en nuestro interior sabíamos que algo no iba bien del todo. Y ahí fue donde comenzó nuestro bagaje de pruebas duras, analíticas, punciones…, y nada era concluyente. Hasta el punto que nos recomendaron llevarla a un psicólogo porque era una manía, potomanía, nos dijeron, como morderse las uñas o el pelo.

Siguiendo indicaciones médicas tuvimos que limitar el volumen de agua que ingería a una cantidad considerada normal para su edad y peso. Empezamos terapia, y nada mejoraba. Nuestra niña feliz y activa, pasó a ser una niña triste y apenas sin energía. La terapeuta no podía hacer más por ella, y tras mucho insistir al equipo médico, repitieron las pruebas. Ahora sí teníamos un diagnóstico: diabetes insípida. La hormona que regula la sed desde la hipófisis no segregaba la cantidad necesaria y esto explicaba que Martina tuviera una sensación de sed continua y extrema, como la que podemos sentir tras haber hecho un gran esfuerzo o estar expuestos a mucho calor, por lo que necesitaba beber constantemente para saciar esa sensación de sed, era vital para ella. En ese momento sentimos muchísima culpa porque le habíamos negado algo tan básico y fundamental para ella, hasta llegar a enfadarnos porque “sólo era una manía…”

Sin embargo, seguíamos sin saber cuál era el origen de este déficit, por lo que siguieron las pruebas, analíticas, punciones, resonancias… Y pasados 2 años, el equipo médico decidió finalmente hacer biopsia en la hipófisis, una zona de difícil acceso y con altos riesgos inherentes a la intervención. Con un gran dolor en el corazón recuerdo esa mañana, hasta que salió del quirófano y nos dijeron que todo había ido bien. 

Esa biopsia nos dio el diagnóstico definitivo: tumor germinal hipofisiario.

Sabíamos que la existencia de un tumor era probable, pero siempre tuvimos la esperanza de no escuchar nunca esas palabras tan demoledoras para unos padres. Nos invadió la incertidumbre y mucho miedo. Era una situación que escapaba a nuestro control. No habíamos podido proteger a nuestra hija de esto, pero la realidad es que nadie puede. Parecía que la habíamos fallado. Una y otra vez, venía a nuestra mente, la pregunta de ¿por qué? ¿para qué?, nada tenía sentido. ¿Cómo una niña tan bonita, inocente, con tantas ganas de vivir se encontraba en este escenario?

Millones de preguntas ocupan tu cabeza: cómo le contamos esto a Martina y a su hermano, cómo nos vamos a organizar con él, cómo le protegemos y cómo va a encajar esta situación, cómo comunicar esta noticia a la familia, a nuestros amigos, el hospital, nuestros trabajos, y lo más importante, el desenlace de esta realidad…

Empezamos el tratamiento de quimioterapia con las consecuencias que ello conlleva ¿Cómo se explica a una niña de 7 años que su imagen va a cambiar drásticamente, que no sabíamos por cuanto tiempo no podría ver a sus amigos y que se tiene que someter a un tratamiento muy duro que le va a producir mucho malestar, para finalmente curarse de algo que a ella no le había provocado ni dolor, ni fiebre, ni nada?

El proceso fue duro, pero Martina, salvo los días de tratamiento e incluso también a veces esos días, siempre tenía su preciosa sonrisa y ganas de jugar, de hacer planes, de hablar, de cantar y bailar que es lo que más le gusta hacer. Fue un ejemplo para todos de confianza, de aceptación y de optimismo. La verdad, es que Martina nos puso todo muy fácil, así que el resto, simplemente teníamos que estar a la altura, y cambiar nuestra actitud de incertidumbre y miedo, por el firme convencimiento de que TODO IBA A SALIR BIEN. 

Y tras las sesiones necesarias, el tumor remitió en su totalidad. Eran muy buenas noticias, pero ahora había que seguir con protonterapia y, de nuevo, lidiar con los fantasmas de las posibles secuelas al radiar una parte del cerebro.

Gracias a Dios y al equipo médico, todo salió muy bien y Martina, hoy, es una niña sana, una luchadora que siempre está pensando en los demás, con su bonita sonrisa, con abrazos, caricias y besos para todos, con mucha ilusión por descubrir nuevas aventuras y lugares, siendo una “disfrutona” de la vida.

“Sanar es volver a soñar”